Venía de Perugia de haber terminado un curso de italiano y, junto a otras compañeras de clase, decidí asistir a la Misa de Gallo en el Vaticano. Como primer paso, nos fuimos a dejar las maletas en la consigna de la estación de Termini.
Nos metimos en el ascensor e inmediatamente cuatro tías más decidieron acompañarnos en nuestro viaje a la planta -1.
Apenas salimos, me encontré con que me habían robado el estuche donde tenía las cosas que jamás se deberían perder: pasaporte, billete aéreo y todo el dinero que me quedaba para el resto del viaje antes de volver a Venezuela en tres semanas.
Decidí quedarme un poco más en la estación para pasar el mal rato y ahí sí que me terminaron de robar todo lo que pudieron: me fui a llamar a un teléfono público, le metí 1,50 € y se los tragó sin dejarme hacer la llamada.
Acto seguido y, aún incrédula, fui a recargar mi móvil con 5 de los 20 € que me quedaban, y se comió 4 € por el tema del roaming por las llamadas recibidas del extranjero los días anteriores. Al final, decidí no ir a ninguna misa de nada, me tomé un Bailey’s en el bar de la estación con el dinero que me quedaba y esperé a mi primo que venía de Calabria a pasar la Noche Buena conmigo.
Terminamos él, mis amigas y yo en un Restaurante Chino en el que los únicos impertinentes comensales éramos nosotros.
Nos metimos en el ascensor e inmediatamente cuatro tías más decidieron acompañarnos en nuestro viaje a la planta -1.
Apenas salimos, me encontré con que me habían robado el estuche donde tenía las cosas que jamás se deberían perder: pasaporte, billete aéreo y todo el dinero que me quedaba para el resto del viaje antes de volver a Venezuela en tres semanas.
Decidí quedarme un poco más en la estación para pasar el mal rato y ahí sí que me terminaron de robar todo lo que pudieron: me fui a llamar a un teléfono público, le metí 1,50 € y se los tragó sin dejarme hacer la llamada.
Acto seguido y, aún incrédula, fui a recargar mi móvil con 5 de los 20 € que me quedaban, y se comió 4 € por el tema del roaming por las llamadas recibidas del extranjero los días anteriores. Al final, decidí no ir a ninguna misa de nada, me tomé un Bailey’s en el bar de la estación con el dinero que me quedaba y esperé a mi primo que venía de Calabria a pasar la Noche Buena conmigo.
Terminamos él, mis amigas y yo en un Restaurante Chino en el que los únicos impertinentes comensales éramos nosotros.
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